miércoles, 16 de diciembre de 2015

"Billie Holiday una gran cantante, atormentada por sí misma"


Por Alfonso Rivera

En este entrega me gustaría indagar más en la vida de una de las mejores cantantes de jazz de todos los tiempos, así lo han determinado las grandes revistas y entendidos de la materia, se trata de la excelsa cantante Billie Holiday cuyo nombre real era Eleonora Fagan. Nació en Baltimore (Maryland, EE.UU.) en 1915. Su madre tenía sólo 13 años y su padre era guitarrista de jazz. Poco después de nacer, sus padres la dejaron con sus abuelos, para emigrar al norte. Según diferentes escritos sus abuelos la maltrataban, mientras vivía con una prima, sus dos hijos pequeños y la bisabuela. A los 10 años, Billie tiene que trabajar ya cuidando bebés, haciendo recados a domicilio y fregando las escaleras de entrada a las casas de los barrios blancos. Era además ′chica para todo′ en una casa de citas. Cuando la dejaban libre, andaba por las calles, jugando con los chicos del barrio a las canicas, o se peleaba con ellos. Al volver su madre, se mudan a un barrio mejor, para llevar una casa de huéspedes. Una mañana, estando sola en su habitación, uno de ellos intenta abusar de ella. Al hombre, le condenaron a cinco años de cárcel, pero ¡a ella la recluyeron en una institución católica por tiempo indefinido! Allí fue castigada, humillada y obligada a pasar una noche junto al cadáver de una compañera, gritando y golpeando la puerta, hasta que se le ensangrentaron las manos.
Es bien sabida su infancia fracasada, que pronto la colocó, no ya en la adolescencia, sino en la madurez de una cría que descubrió en su voz y en el jazz la única posibilidad de ser feliz, solo por un momento, porque profesionalmente también tuvo que aguantar lo suyo, como mujer y como negra. Amén de cambiar la bicicleta y el balón por el cepillo y el fregadero, realizando trabajos de limpiaeza en una casa de citas, que como cosas del destino le permitió escuchar a Bessie Smith y Louis Armstrong a través de una jukebox que entretenía a la clientela mientras esperaban turno. Puede decirse que el blues y el jazz salvaron a aquella niña de entregarse plenamente a la prostitución.
 Aunque la depresión no era algo nuevo para Billie, ya que ella y su madre podían estar contentas si conseguían lo suficiente para comer caliente las dos una vez al día. Intenta ser bailarina, pero resulta un completo fracaso. Es entonces cuando empieza a cantar en un bar, mientras sirve de mesa en mesa. Consigue trabajo para su madre en la cocina, pero ella se niega a recoger propinas. Las compañeras le llaman por eso Lady. Uno de los clientes del local era Benny Goodman, que le propone grabar un disco. Otro era el agente de Louis Armstrong, que ofrece representarla. Billie tenía entonces 16 años, fumaba marihuana y bebía regularmente.
En el año 35 Holiday canta en el famoso teatro Apolo de Harlem. Dos años después se incorpora a la orquesta de Count Basie. Los problemas vienen cuando le dicen que se oscurezca el rostro con grasa negra, porque tiene la piel ′demasiado clara′. Ella renuncia a su puesto y se va de gira con la orquesta blanca de Artie Shaw. En el sur es molestada por sheriffs, camareras, empleados de hotel y todo tipo de chiflados de ese ambiente de segregación y prejuicios raciales proviene su famosa canción Strange Fruit, que será su mayor éxito de ventas.



 A continuación, les presento una selección de los mejores temas grabados por ésta excelente cantante:
  • Billie Holiday Sings (1952).
  • An Evening with Billie Holiday (1952).
  • Billie Holiday (1954).
  • Stay with Me (1955).
  • Music for Torching (1955).
  • Velvet Mood (1956).
  • Lady Sings the Blues (1956).
  • Body and Soul (1957).
  • Songs for Distingué Lovers (1957).
  • All or Nothing at All (1958).
  •  Lady in Satin (1958).
  • Last Recordings (1959).
  • Strange Fruit  (1939)

Asi va pasando el tiempo y Bille va consolidandose en el gusto del publico amante del jazz se puede decir definitivamente que este siglo han aparecido voces maestras en el jazz, incluso voces que bien pueden rivalizar en audacia y emoción con el lamento vocal de Billie Holiday  sin embargo, todavía está por descubrirse una cantante que concite tanta unanimidad en torno a una canción tan arrebatada como arrebatadora. Y tan herida, porque no se entiende cómo esta mujer fue capaz de vivir en la cima del jazz golpeada de tanta desgracia. Se insiste: Billie Holiday, a pesar de sus excesos, no fue lo que llamamos un juguete roto, sino una mujer que caminó por la vida sin desaliento, a pesar de las muchas piedras que se encontró y le colocaron a cada paso.
Cuenta John Hammond, su descubridor, que la joven Billie Holiday era un mujeron en 1933 “pesaba casi cien kilos y era increíblemente hermosa”. En 1959, cuando falleció, con 44 años, había quedado reducida a una ruina, “una pequeña y grotesca caricatura de sí misma”, según un periodista del New York Times. En esos 25 años, Billie patinó y fue atropellada por la vida. Lo contó en su autobiografía, Lady Sings the blues, a la que la editorial Tusquets añadió una apostilla prudente: Fábula. Efectivamente, Billie era una gran fabulista y sabía que necesitaba dar pena, a fin de recuperar la ansiada tarjeta para actuar en los clubes neoyorquinos (su retirada era el castigo más doloroso para los jazzmen atrapados con drogas). Su biógrafo y copista, William Dufty, tenía claro su objetivo: un libro explosivo. Y lo logró, aunque la editorial metió tijera, por miedo a las demandas de personajes como Orsons Welles o Tallulah Bankhead. 

Esa Bille trágica de Lady Sings the blues, edulcorada por Hollywood en la película homónima, es la que ha permanecido. Insatisfecha con ese retrato, una fan llamada Linda Kuehl inició en los sesenta el trabajo de base para una biografía rigurosa. Realizó unas 150 entrevistas a quienes convivieron con ella: músicos, amantes, novios, agentes de narcóticos, aficionados. El resultado era menos romántico que el libro de Dufty.
Billie fue  educada en las leyes de la prostitución, asumía que debía pagar por amor al chulo de turno. Se dice que el dolor agudiza la creatividad, por lo que no extraña que su vida fuera una obra de arte constante y entera. Y es que más que en el dolor, ella vivió en una herida abierta que supuró talento, crueldad y humillaciones a borbotones.
Billie Holiday, la cantante más sobresaliente de toda la historia del jazz, no fue un juguete roto, sino una chica con una sombra permanente de mala suerte, tanto por la época y la sociedad en la que hubo de sobrevivir como los amores errados a los que se abrazó. Ella misma dijo en su autobiografía 'Lady Sings the blues' (Editorial Tusquets): "Puedes ir vestida de raso, con gardenias en el pelo y no ver una sola caña de azúcar en varios kilómetros a la redonda y aun así, seguir trabajando en una plantación".


Tenía 13 años y su primer intento como artista tuvo lugar en el Pod's and Jerry de la calle 133, primero como bailarina, luego como cantante, en la prueba que le hizo el dueño del local interpretó 'Trávelin' All alone', conmoviendo a todos los asistentes. Ella lo recordó en sus memorias: "Si a alguien se le hubiera caído un alfiler, habría sonado como una bomba. Cuando finalicé, todos aullaban y levantaban sus vasos de cerveza". En ese momento nació Billie Holiday, nombre que Eleonora tomó de Billie Dove, la gran estrella del cine mudo y  el espejo de todos los sueños que la cantante tenía. Su segundo apodo, 'Lady Day', se lo puso el gran amor de su vida, el saxofonista Lester Young, con el que compartió tantos escenarios y tantas grabaciones.


 
De andar por aquí y andar por allá a esta sin igual cantante siempre le gustaron los ensambles pequeños sus experiencias con las big band de Count Basie y Artie Shaw resultaron infelices, por su temperamento y por las indignidades de la segregación racial. Decidió que debía usar los recursos actorales: siempre soñó con hacer cine. Los aplicó cuando grabó Strange fruit en 1939, descarnada denuncia de los linchamientos de negros en los estados sureños. Y los acentuó tras conocer a Mabel Mercer, artista británica que recitaba más que cantaba. En los años cuarenta, Billie entró en un bucle: su imagen de Mujer Atormentada dictaba el tono de sus grabaciones, que reforzaban el estereotipo de la solitaria, la incomprendida y la maltratada. Eso se tradujo en interpretaciones ralentizadas, donde exprimía el contenido emocional de las letras.
Parecía vulnerable, el poeta Philip Larkin, tradicionalista en cuestiones de jazz, describió sus discos como “calcinados y abrasadores”. Sobre el escenario Billie Holiday era toda luminosidad, volviendo a la cruda realidad cuando se bajaba de él. No se la permitía ningún contacto en el público blanco, tenía que acceder a los locales por la puerta de atrás, cobraba menos que sus compañeros... A ello se le sumaba su adicción a la heroína, que la granjeó numerosos problemas y un paso por la cárcel de cruel recuerdo, por no hablar de las parejas que tuvo, maltratadores de profesión, tipos mafiosos, crueles, a los que retrató en canciones como 'My man' o 'Ain't nobodys business'. Pronto captó la atención de una de las orquestas de swing de mayor éxito en aquel Estados Unidos de 1933, la de Benny Goodman por mediación del productor John Hammond, para encontrarse cuatro años después integrada en esa maquinaria mucho más jazzística y fogosa que fue la de su admirado Count Basie.


 Podía haber seguido repitiendo la fórmula y nadie la rechazaría. Sin embargo, en la neblina de su caos, intuía que su creatividad todavía no se había agotado. Fichó con el promotor Norman Granz, que supo sacarla de su letargo, enfrentándola con material fresco y juntándola con solistas de primera. En el estudio, podía entrar tarde, con una afinación insegura, consciente de sus recursos deteriorados. Pero en segundos se recuperaba y volvía a surgir la magia, ese metal doliente que actualmente imitan cantantes de mucha técnica.
 Llegado ese momento, Billie Holiday ya había hecho de su voz un lamento vocal con una hondura emocional mágica, con una sensibilidad en el fraseo realmente única e irrepetible. Se dice que nadie como ella pronunciaba con tanta emoción desgarrada las palabras "love" o "baby”. Siempre trató de improvisar como Louis Armstrong o Lester Young. Lo que sale es lo que siento, odio las canciones en línea recta. Tengo que cambiar los tonos y ajustarlos a mi propia forma de entender la música. Esto es todo lo que sé".

Entre 1935 y 1942 'Lady Day' registró más de 100 grabaciones. Luego estuvo incrustada en el conjunto de Artie Shaw y, en el medio, en 1939, su primera presentación como líder, en el Café Society del Greenwich Village neoyorquino, que incluyó un tema que le acompañaría hasta el final de sus días, 'Strange Fruit': "De los árboles del sur cuelga una fruta extraña / sangre en las hojas y sangre en la raíz / cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña". Strange Fruit fue elegida por la revista 'Time' como la mejor canción del siglo XX en 1999.
En 1954 realizó una gira por Europa que acentuó esas luces y sombras que marcaba la línea del escenario, firmando en 1957 una sesión antológica para un programa televisivo de la CBS, 'The sound of Jazz' (junto a sus queridos Ben Webster, Lester Young y Coleman Hawkins, entre otros) y registrando al año siguiente un colosal álbum, 'Lady in Satin', antes de su muerte y ya cansada de la vida.


Billie Holiday trabajó con la crema y nata de los músicos en la época más dorada del jazz, la de mediado el siglo pasado. Finalmente el 17 de julio de 1959, con tan solo 44 años cierra sus ojos para siempre y muere debido a una cirrosis hepática. Fue enterrada en el cementerio Saint Raymond, en el Bronx, Nueva York. Muchos de los grandes músicos que la acompañaron  acudieron a su funeral junto a 3.000 personas más; en su cuenta bancaria sólo había 70 centavos; en el cielo, toda la admiración de una familia, la del jazz, que quizás se sentía culpable por no haber hecho más por un gran ser humano que gritaba en lo más profundo de su alma que la ayudaran a vivir una vida menos atormentada y mucho más digna con semejante talento otorgado por la providencia divina.






Lic. en Música Alfonso Rivera

Docente Universidad Experimental de las Artes (Unearte) Caracas/Venezuela. Pianista profesional, arreglista, compositor, investigador, postgrado en gerencia cultural, articulista, multi-instrumentista.

jueves, 19 de noviembre de 2015

"DE LA TONALIDAD A LA ATONALIDAD MUSICAL"

Por: Alfonso Rivera



La pérdida de la tonalidad, la pérdida de lo habitual, es uno de los factores que más molestan a la mayoría de los oyentes. El cambio de la música tonal a la música atonal es probablemente la característica más destacada  de la música del siglo XX. Por ello, conviene que comencemos por hablar de tonalidad y atonalidad. 


https://youtu.be/Zx_Wolki0dc

Los primeros antecedentes de la música europea sin un centro tonal se encuentran en Franz Liszt con su Bagatella sin tonalidad de 1885, período que ya se hablaba de una "crisis de la tonalidad". Ésta crisis se generó a partir del uso cada vez más frecuente de acordes ambiguos, inflexiones armónicas menos probables y las inflexiones melódicas y rítmicas más inusuales posibles dentro de la música tonal. La distinción entre lo excepcional y lo normal se hizo más y más borrosa y como resultado, se produjo un aflojamiento concomitante de los enlaces sintácticos a través de los cuales los tonos y armonías habían sido relacionados entre sí. Las conexiones entre las armonías eran inciertas, las relaciones y sus consecuencias se volvieron tan tenues que apenas funcionaban en absoluto. A lo sumo, las probabilidades del sistema tonal se habían vuelto demasiado oscuras; en el peor de los casos, se estaban acercando a una uniformidad que proporcionan pocas guías para la composición o la escucha. A principios del siglo XX compositores como Claude Debussy, Aleksandr Skriabin, Béla Bartók, Paul Hindemith, Sergei Prokofiev, Carl Ruggles, Igor Stravinsky y Edgard Varèse, escribieron música que se ha descrito, total o parcialmente, como atonal. Aleksandr Skriabin realizó un particular estilo de impresionismo y atonalidad, basando obras como Mysterium, Poema del éxtasis o Prometeo: el poema de fuego en un acorde por cuartas y tritonos llamado "acorde místico", muy alejado de los habituales acordes de tríada formados por intervalos de tercera.

https://youtu.be/xvOsH7jw8Zw 

La primera fase del atonalismo (antecesora del dodecafonismo), conocida como "atonalidad libre" o "cromatismo libre", implicó un intento consciente de evitar la armonía diatónica tradicional. Las obras más importantes de este periodo son la ópera Wozzeck (1917-1922) de Alban Berg y Pierrot Lunaire (1912) de Arnold Schoenberg. El primer período de piezas libremente atonales de Schoenberg (de 1908 a 1923), tienen a menudo como un elemento integrador a una célula interválica que, además de la expansión se puede transformar en una fila de tonos y en el que las notas individuales pueden "funcionar como elementos fundamentales, para permitir la superposición de estados de una célula básica o la interconexión de dos o más células básicas". Otros compositores en Estados Unidos como Charles Ives, Henry Cowell y más adelante George Antheil, produjeron música impactante para la audiencia de la época por su desprecio de las convenciones musicales. Combinaron frecuentemente música popular con aglutinación o poli tonalidad, extremas disonancias, y una complejidad rítmica en apariencia inejecutable. Charles Seeger enunció el concepto de contrapunto disonante, una técnica usada por Carl Ruggles, Ruth Crawford-Seeger, y otros.


Muchos de estos celebres músicos por ser vanguardistas eran partidarios de una célebre frase como muchísimas más que se conocen en el mundo de la música, pero fué al padre de Charles Yves gran compositor al cual le debemos “Debes aprender las reglas  primero  para  así  saber  cómo  romperlas”.

En la música Atonal, tal como sugiere su nombre, desaparece el principio tradicional de fuerza gravitatoria desde la tónica o tonalidad principal. Lo que se ofrece en su lugar es una libertad cromática en las que las notas se organizan evitando la mayoría de las funciones propias de la música tonal, tales como tónica, octava, dominante o sensible.

En la música Tonal hay una clara jerarquía de los sonidos, con la tónica en el centro. En la música Atonal todas las notas son iguales y por ello no se puede hablar de centro tonal. Se alcanza una gran libertad, pero pagando el precio de la seguridad. Los oyentes no habituados pueden por ello sentirse perdidos e incomodos al escuchar esta música.

Arnold Schoenberg, que fué uno de los principales exponentes de la Atonalidad aunque no se encontraba a gusto con el término de “Atonalidad”, ya que pensaba que podría interpretarse como la mera ausencia de tonalidad prefería llamar a su estilo “Pantonal” de ahí la “Pantonalidad” aunque el término que logro establecerse fué el de “Atonalidad”.

De tal manera que la música Tonal, que lleva ya más de cuatro siglos en vigor, la escuchamos con solo encender la radio en cualquier estación, para notar que es el tipo de lenguaje utilizado en la música popular. Por su parte la música Atonal es la que a partir del siglo XX, ha buscado romper con  lo  establecido,  acabar  con  los  paradigmas  propuestos  en  el  campo  musical  y  crear  un  lenguaje propio y distinto al que se venía utilizando desde la antigüedad. La  música  Tonal,  especialmente  durante  los  siglos  XVII,  XVIII  y  XIX,  buscaba  la  belleza  y perfección en la armonía, el orden y principalmente en la sensibilidad y estética. Estaba basada en el predominio  de  un  parámetro  musical  específico  determinado  por  el  Temperamento  igual. Sin embargo, a principios del siglo XX, Schoenberg resalta la idea de que la tonalidad no es más que una convención  y por  lo  tanto,  puede  ser  sustituida  por  otras formas  nuevas. De esta manera las disonancias  pueden  considerarse  como  algo  completamente  natural,  igual  de  importantes que  la consonancia o armonía que se venían utilizando hasta la época. A partir de entonces, se empezaron a explorar nuevos tipos de lenguaje, nuevas propuestas que partían del sistema temperado mediante el cromatismo (que poco a poco va desviando la atención del centro tonal), y mediante la exploración en  otros  sistemas  de  afinación  que  aporten nuevas  ideas  para  la  interpretación  y  composición musical.



Arnold Schoenberg


Son muchas las definiciones que pueden existir sobre el tema que nos ocupa, sin embargo en aras de buscar la verdad siempre es bueno explorar los puntos de vista de los entendidos en dicha temática. Según Schoenberg, una perspectiva histórica de la armonía permite descubrir que el enriquecimiento del lenguaje tonal se debe al uso cada vez más amplio de la serie de armónicos y esto nos permite hacer el ejercicio de pensar en total amplitud en la búsqueda de estos genios de la composición. Por ejemplo, la música de la Edad Media tomó como base exclusiva los cuatro primeros armónicos, posteriormente en el Renacimiento se incorporaron los armónicos 5 y 6 que permitieron el uso de consonancias de sexta y de tercera; durante el período barroco se incorpora la séptima de dominante, que es el séptimo armónico. Así, para Schoenberg no existen consonancias o disonancias sino consonancias cercanas y consonancias lejanas.


Dentro de este universo el término acorde se reserva para las armonías clasificadas y se extiende el uso del término agregado para los acordes indeterminados. Muchos compositores han trabajado desde entonces con armonías por segundas, cuartas o quintas; han construido sus propios modos llamados modos sintéticos o con sus propias escalas, algunas reveladas por la investigación de la música popular de sus pueblos, como fue el caso de Béla Bartók y Zoltán Kodaly en Rumania y Hungría.


Para Schoenberg no existe la atonalidad sino la Pantonalidad, es decir, que en la música puede existir una confluencia o una simultaneidad de todas las tonalidades y en Stravinsky existe el concepto de polaridad en el cual nuestros polos de atracción ya no son centro de aquel sistema cerrado que era el sistema Tonal. Y si hablamos del dodecafonismo como método sólo es una forma de lograr que una pieza sea atonal, es decir, que el dodecafonismo es una parte importante del atonalismo, sin embargo, existen otras corrientes e ideas que conforman el amplio espectro de la música atonal. Por lo tanto es necesario aclarar que una obra atonal no es necesariamente disonante en el sentido estético de la palabra, sino que al librarnos de la tonalidad se abren nuevas posibilidades de crear música estéticamente consonante o disonante.


Un concepto importante al cual debo hacer referencia en este artículo es el de Serialismo, el mismo viene expresado como la corriente de pensamiento que incluye todo tipo de música que debe según los muchos entendidos en esta fascinante materia amada por muchos y tal vez odiada por otros podemos encontrar  su génesis en  la creación previa de una serie. Ésta corriente debe principalmente su origen al sistema dodecafónico expuesto por Schoenberg, sin embargo, existieron otros sistemas dodecafónicos como el de Josef Matías Hauer. Uno de los precursores del serialismo en Francia es Pierre Boulez esto sucedería después de la mitad del siglo XX, quien criticó fuertemente a Schoenberg por no haber roto con los esquemas formales precedentes y no haber permitido generar una forma a partir de los elementos seriales, para Boulez todos los elementos de la música como lo son el ritmo, la melodía, la dinámica y finalmente la forma son susceptibles de ser serializados.
Dicha postura fue heredada de su maestro Olivier Messiaen quien trabajó con el sistema llamado serialismo integral cuyas series de antemano trabajaban junto con las notas, el ritmo y las dinámicas.




https://soundcloud.com/alfonsoriverjazz/ebullicion#t=0:00



Lic en Música, Alfonso Rivera
Docente Universidad Experimental de las Artes (Unearte) Caracas/Venezuela
Pianista profesional, arreglista, compositor,investigador, postgrado en gerencia cultural, articulista, multi-instrumentista.