lunes, 11 de mayo de 2015

¨Cuando el jazz se apodera de nuestros sentidos¨

Por: Alfonso Rivera



En el universo de la música existen muchos géneros que por su alta complejidad y profundidad armónica despiertan una sublime elevación del alma y espíritu como lo es el jazz en sus diferentes formas de interpretación, aunque puede ocurrir con otros géneros musicales, como el blues que junto al jazz nos hace más sensitivos y nos eleva como seres humanos, percibimos cosas tanto a nuestro alrededor como internamente y al mismo tiempo provoca que entremos en un estado de serenidad muy saludable que ocasiona que seamos capaces de improvisar soluciones o frases ingeniosas que sorprenderán a los demás en nuestra vida cotidiana y hace que nos mostremos tal y como somos, definitivamente la genialidad consiste en ver cosas donde nadie la puede ver. Es posible que, debido a eso, este tipo de música tenga tantos seguidores a lo largo y ancho del planeta.
El músico ejecutante  de jazz se refleja de manera inmediata y directa en la formación del peculiar sonido jazzístico de improvisación; sus sonidos, tanto en el ejecutante como en el cantante, son claros y duros: la voz humana se queja y acusa, llora, grita, gime y se lamenta, y los instrumentos son expresivos y volcánicos, sin reglamentos sonoros ni formas estandarizadas de producción musical, el sentir se apodera de cada uno y comienza a fluir toda una amalgama de armonías y ritmos que seducen al público de tal manera que se convierten en víctimas del suave aroma de este peculiar sonido creando una atmósfera de intercambios sensitivos.
Definitivamente la improvisación es la esencia del género, es su vitalidad, la sencillez y la belleza artística. En este sentido se tiene la virtud  de llenar rítmicamente por medio de la improvisación un concierto, tocando piezas inéditas o bien algunos covers o standarts  de canciones ya conocidas por el público a lo largo del tiempo, sin que ello sea una copia fidedigna de la composición original, he ahí la magia del jazz, se enriquecen acordes recortando y mezclando sonidos aplicando un vocabulario personal que establece una impronta en cada interpretación. Y así la ornamentación que en la música barroca se empezó a gestar dando inicios a la improvisación con la genialidad del inmortal compositor alemán Johan Sebastián Bach, hoy en día en el jazz es una técnica que cada vez se perfecciona más y más.



El  jazz  es una música con espíritu de verdad, con ella se puede percibir un mundo muy cercano al cosmos, el jazzista percibe y siente, comprende y abarca lo que toca. Su belleza radica en esos sonidos inmediatos, de un instinto primigenio, más cerca de lo primitivo, por eso da origen  a la singularidad y hermosura en sí mismo.
Algunos entendidos y críticos melómanos piensan que para disfrutar del  jazz se debe poseer una sensibilidad especial para acercarse a esta belleza y comprenderla y sobre todo sentirla, no tratar de explicarla, sino que de manera perceptual se impregne en los estímulos naturales del cuerpo y la mente, la música no se mide por lo que significa sino por lo que realmente es.
El jazz no sólo se basa en la improvisación, se puede, y no por ello deja de ser jazz, el no improvisar, también se puede trazar por encima de las armonías dadas de los estándares, nuevas líneas melódicas, puede solamente ornamentar las melodías de los temas alterándolos en grado mínimo, como una “paráfrasis musical”, puede ser sólo un tipo de “arreglo” y también se puede tocar líneas melódicas enteramente nuevas por encima de las armonías dadas como “frases de coro”. Ello sólo aumenta la capacidad creativa de los jazzistas, la creación que se da sólo es de quién la produce, no se reproduce nunca de la misma manera, pues una improvisación o adaptación jazzística es siempre una expresión personal del que improvisa y de sus situación musical, emocional y espiritual. La idea de tocar hermosamente, rítmicamente y progresivamente queda atrás con la aparición del jazz. A los músicos de este género no les interesa adaptarse a una imagen sonora generalmente comprometedora, el jazz tiene sonido propio. Para esta forma expresiva no se basan tanto en la estética como en la emotividad, la expresividad tiene una jerarquía superior. 
Así este maravilloso género y su peculiar sonido se describe por sí mismo, no hay porque tratar de explicarlo con exactitudes ni especificidades y mucho menos como proceso de una antigua escuela musical solo se trata de sentirlo al máximo y dejarse llevar por sus maravillosas armonías. La música por naturaleza es vibración rítmica, lo cual repercute en nuestra percepción sonora y provoca vibración del cuerpo mismo. La formación del sonido del jazz apela a todas las vibraciones que el cuerpo produce al percibir este tipo de ritmo.


Lic en Música, Alfonso Rivera
Docente Universidad Experimental de las Artes (Unearte) Caracas/Venezuela
Pianista profesional, arreglista, compositor,investigador, postgrado en gerencia cultural, articulista, multi-instrumentista.

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