En muchísimas ocasiones dentro de nuestra vida nos
sentimos sin ganas de estudiar nuestro instrumento. Pasan los días y las
semanas y no queremos estudiar, aunque deberíamos, porque hay audiciones,
grabaciones a las que podríamos presentarnos, clases que preparar o muchas otras
cosas dentro de la diversidad de especialidades que existen dentro de ella.
A veces nos fijamos unos objetivos sin pensar ¿Es esto lo
que quiero realmente? Debemos ser
sinceros con nosotros mismos. Hay muchos caminos que uno puede elegir dentro y
fuera de la música, uno no está obligado a hacer lo que hace la mayoría. Quizás
aún no has descubierto tu vocación. Dar clase en colegios, universidades, en
conservatorios o escuelas, tocar otros estilos, improvisar, trabajar con la
música en labor social, o cualquier otra cosa. Lo primero que hace falta para
motivarse es realmente amar lo que uno hace, porque de lo contrario sentiríamos
una gran frustración y un gran vacío que nos sumirá en una tremenda depresión.
Puede haber ocasiones en las que no tengamos objetivos
que fijar y nos cueste mucho “estudiar por estudiar”. En esas situaciones
muchos pierden el interés por la música y sienten cierto desgano ante la
situación de tomar el instrumento todos los días. La principal razón de la
desmotivación es la falta de metas.
Uno siempre
debe tener metas a largo, medio y corto plazo. ¿Sabes qué pasa cuando una persona echa
a andar sin saber dónde va? Que
comienza a andar en círculos. Debes marcarte metas. Si todavía estás
estudiando, estás metas son fáciles de marcar: sacar buena nota en el próximo
examen, tocar bien en el concierto…etc. Cuando eres profesional, las metas son
más complejas porque tu futuro es más incierto. A veces tendrás como meta
alguna audición u ascenso, a veces no. Sé creativo con tu carrera, márcate la
meta de mejorar, de seguirte formando, de buscar otros horizontes.
Algunos músicos, por no decir casi todos, parecen
adictos al trabajo. Llenamos nuestras agendas de compromisos que nos saturan (trabajo + dinero + estudiar + mensajes
+….), lo cual puede desmotivarnos a la hora de estudiar. Si tienes muchas
cosas en las que pensar, también tu concentración se verá afectada, entonces el
resultado será nefasto.
Todos los días debes tener unas horas de descanso para
dedicarte a ti, a tu familia o tus hobbies (hobbie, ¿qué es eso?… dirán
algunos). Si equilibras tú día a día, tu desmotivación será cosa del pasado. El
tiempo de estudio no debe ser una obligación, sino un momento de retiro y de
tranquilidad que usas para mejorar en tu profesión. Para ello, debe tener su
espacio reservado en el día, y no full entre compromisos y compromisos.
Pero si vamos a la ejercitación o entrenamiento mental
más allá de todo esto, como una forma de practicar cualquier actividad que
conlleve la conjunción de físico y mente a través de la imaginación. Practicar
mentalmente no es otra cosa que recrear con el pensamiento los movimientos y el
resultado de estos.
Esta práctica se usa mucho en los deportes de alta competición.
Sin embargo, se aplica muy poco entre los músicos. Estos movimientos se
aprenden generalmente en base a repeticiones. Con la ejercitación mental,
podemos complementar este aprendizaje con el pensamiento de diferentes maneras:
Mediante la
imaginación de realizar un movimiento: No
imaginar sólo de forma óptica, sino realizar el movimiento con el pensamiento.
Está probado científicamente que cuando imaginamos que realizamos un movimiento
se ponen en activo los músculos implicados.
Mediante la
observación: Por ejemplo, cuando el
alumno observa a su profesor e intenta repetir los movimientos que éste
realiza.
Mediante la
imaginación gráfico-espacial: Se
trata de hacerse una imagen mental de, por ejemplo, la distancia entre una
tecla y otra del piano.
Para comenzar a practicar mentalmente debemos ir de lo
fácil a lo más complejo. Lo primero será imaginar en tempo lento y centrarnos
en los movimientos de una sola mano. Una vez asumido este paso, se debe añadir
la representación simultánea de las dos manos. En el caso de los instrumentos
de viento o el canto, se debe incluir en la imaginación la respiración y los
movimientos de boca y lengua.
Para practicar mentalmente con éxito no es necesario
imaginar todos los aspectos motores con exactitud. Será suficiente con
centrarse en una parte de ellos, según lo que queramos estudiar. Se trata de
separar la representación mental en planos. Un primer plano pueden ser los
músculos de la cara en un pasaje complejo para instrumentistas de viento, dejando
en segundo plano las manos.
El tempo en el que imaginamos el pasaje que estamos
practicando es también determinante. Si no tenemos mucha práctica, al principio
necesitaremos imaginar en tempo lento. Pero este tempo debe aumentar poco a
poco. Lo que es posible imaginar, es posible tocar.
A la representación mental de los movimientos también
debemos unir la representación del sonido e imaginar con exactitud cuál es el
resultado sonoro que esperamos: matiz, color, articulación, afinación,
ritmo…etc.
La meta que te marques ha de suponerte un desafío,
pero no debe ser excesivamente difícil de conseguir, o te frustrarás por
realizar un trabajo sin fruto. Tampoco debe ser demasiado fácil, o te
aburrirás. Todo objetivo debe estar formado por otros más pequeños, que te vayan
alentando a continuar para así evitar el desgano y la fatiga proceso por el cual podemos pasar muchos músicos.
Lic en Música, Alfonso Rivera
Docente Universidad Experimental de las Artes (Unearte) Caracas/VenezuelaPianista profesional, arreglista, compositor,investigador, postgrado en gerencia cultural, articulista, multi-instrumentista.
Docente Universidad Experimental de las Artes (Unearte) Caracas/VenezuelaPianista profesional, arreglista, compositor,investigador, postgrado en gerencia cultural, articulista, multi-instrumentista.
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