domingo, 14 de junio de 2015

“La fatiga y el desgano en la música”

Por: Alfonso Rivera



En muchísimas ocasiones dentro de nuestra vida nos sentimos sin ganas de estudiar nuestro instrumento. Pasan los días y las semanas y no queremos estudiar, aunque deberíamos, porque hay audiciones, grabaciones a las que podríamos presentarnos, clases que preparar o muchas otras cosas dentro de la diversidad de especialidades que existen dentro de ella.

A veces nos fijamos unos objetivos sin pensar ¿Es esto lo que quiero realmente? Debemos ser sinceros con nosotros mismos. Hay muchos caminos que uno puede elegir dentro y fuera de la música, uno no está obligado a hacer lo que hace la mayoría. Quizás aún no has descubierto tu vocación. Dar clase en colegios, universidades, en conservatorios o escuelas, tocar otros estilos, improvisar, trabajar con la música en labor social, o cualquier otra cosa. Lo primero que hace falta para motivarse es realmente amar lo que uno hace, porque de lo contrario sentiríamos una gran frustración y un gran vacío que nos sumirá en una tremenda depresión.
Puede haber ocasiones en las que no tengamos objetivos que fijar y nos cueste mucho “estudiar por estudiar”. En esas situaciones muchos pierden el interés por la música y sienten cierto desgano ante la situación de tomar el instrumento todos los días. La principal razón de la desmotivación es la falta de metas.
 Uno siempre debe tener metas a largo, medio y corto plazo. ¿Sabes qué pasa cuando una persona echa a andar sin saber dónde va? Que comienza a andar en círculos. Debes marcarte metas. Si todavía estás estudiando, estás metas son fáciles de marcar: sacar buena nota en el próximo examen, tocar bien en el concierto…etc. Cuando eres profesional, las metas son más complejas porque tu futuro es más incierto. A veces tendrás como meta alguna audición u ascenso, a veces no. Sé creativo con tu carrera, márcate la meta de mejorar, de seguirte formando, de buscar otros horizontes.
Algunos músicos, por no decir casi todos, parecen adictos al trabajo. Llenamos nuestras agendas de compromisos que nos saturan (trabajo + dinero + estudiar + mensajes +….), lo cual puede desmotivarnos a la hora de estudiar. Si tienes muchas cosas en las que pensar, también tu concentración se verá afectada, entonces el resultado será nefasto.

Todos los días debes tener unas horas de descanso para dedicarte a ti, a tu familia o tus hobbies (hobbie, ¿qué es eso?… dirán algunos). Si equilibras tú día a día, tu desmotivación será cosa del pasado. El tiempo de estudio no debe ser una obligación, sino un momento de retiro y de tranquilidad que usas para mejorar en tu profesión. Para ello, debe tener su espacio reservado en el día, y no full entre compromisos y compromisos.
Pero si vamos a la ejercitación o entrenamiento mental más allá de todo esto, como una forma de practicar cualquier actividad que conlleve la conjunción de físico y mente a través de la imaginación. Practicar mentalmente no es otra cosa que recrear con el pensamiento los movimientos y el resultado de estos.
Esta práctica se usa mucho en los deportes de alta competición. Sin embargo, se aplica muy poco entre los músicos. Estos movimientos se aprenden generalmente en base a repeticiones. Con la ejercitación mental, podemos complementar este aprendizaje con el pensamiento de diferentes maneras:
Mediante la imaginación de realizar un movimiento: No imaginar sólo de forma óptica, sino realizar el movimiento con el pensamiento. Está probado científicamente que cuando imaginamos que realizamos un movimiento se ponen en activo los músculos implicados.
Mediante la observación: Por ejemplo, cuando el alumno observa a su profesor e intenta repetir los movimientos que éste realiza.
Mediante la imaginación gráfico-espacial: Se trata de hacerse una imagen mental de, por ejemplo, la distancia entre una tecla y otra del piano. 

Para comenzar a practicar mentalmente debemos ir de lo fácil a lo más complejo. Lo primero será imaginar en tempo lento y centrarnos en los movimientos de una sola mano. Una vez asumido este paso, se debe añadir la representación simultánea de las dos manos. En el caso de los instrumentos de viento o el canto, se debe incluir en la imaginación la respiración y los movimientos de boca y lengua.

Para practicar mentalmente con éxito no es necesario imaginar todos los aspectos motores con exactitud. Será suficiente con centrarse en una parte de ellos, según lo que queramos estudiar. Se trata de separar la representación mental en planos. Un primer plano pueden ser los músculos de la cara en un pasaje complejo para instrumentistas de viento, dejando en segundo plano las manos.
El tempo en el que imaginamos el pasaje que estamos practicando es también determinante. Si no tenemos mucha práctica, al principio necesitaremos imaginar en tempo lento. Pero este tempo debe aumentar poco a poco. Lo que es posible imaginar, es posible tocar.
A la representación mental de los movimientos también debemos unir la representación del sonido e imaginar con exactitud cuál es el resultado sonoro que esperamos: matiz, color, articulación, afinación, ritmo…etc.

La meta que te marques ha de suponerte un desafío, pero no debe ser excesivamente difícil de conseguir, o te frustrarás por realizar un trabajo sin fruto. Tampoco debe ser demasiado fácil, o te aburrirás. Todo objetivo debe estar formado por otros más pequeños, que te vayan alentando a continuar para así evitar el desgano y la fatiga  proceso por el cual podemos pasar muchos músicos.






Lic en Música, Alfonso Rivera
Docente Universidad Experimental de las Artes (Unearte) Caracas/Venezuela
Pianista profesional, arreglista, compositor,investigador, postgrado en gerencia cultural, articulista, multi-instrumentista.

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